Así se hizo Afterglow de Sweetgrass, The Dream Project
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Afterglow: The Dream Project

Estaba en Italia, esquiando y foteando el mejor polvo de la temporada, cuando recibí un e-mail de Nick Waggoner, uno de los directores de Sweetgrass Production, con el mensaje “The Dream Project” en el asunto.

La verdad es que en esas circunstancias, no me estresaba demasiado pensando qué iba a hacer inmediatamente después. Pero obviamente, el asunto del mail me llamó la atención. Así que ese mismo día, de vuelta al apartamento tras la sesión de fotos, le eché un vistazo.

Nick me explicaba que había organizado un dream team con Pep Fujas, Eric Hjorleifson, Daron Rahlves y Chris Benchetler, con el que pretendía fotear líneas de polvo nocturnas. Sí, 100 % de noche, iluminando las bajadas por completo con potentes focos de colores y utilizando insólitos trajes de luz.

Sobre el papel la idea sonaba realmente fascinante, pero la teoría suponía una tremenda pesadilla logística que podía enviar el proyecto directamente a la papelera, si no fuera porque todos los implicados estaban convencidos de ello… y porque empujaron en la misma dirección cuando parecía que iba a ser imposible.

El proyecto soñado

Tras Valhalla, la última entrega de Sweetgrass, la productora no tenía intención de hacer otra película de forma inmediata. No al menos durante la siguiente temporada. Pep Fujas y Nick habían hablado en su momento de la posibilidad de filmar algún segmento nocturno. Pero para hacerlo bien necesitaban muchos recursos, así que lo habían dejado en stand by.

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Casualidades de la vida, poco después de esa conversación, Nick recibió un mail de la agencia sueca de publicidad Ahlstrand and Wållgren diciéndole que, por encargo de Philips TV, querían hacer exactamente lo que había comentado en aquella ocasión con Fujas. Y que tenían un enorme presupuesto.

Al principio pensó que era una broma, pero tras levantar el teléfono y hablar con la agencia, se dio cuenta de que la cosa iba en serio. Así nació el vídeo Afterglow de Sweetgrass, que también ha sido un anuncio para Philips Ambilight TV.

La producción de la película supuso una enorme inversión de medios. Cinco semanas de filmación, cuatro toneladas de equipo, operando en ocasiones a cien kilómetros de distancia de la carretera más próxima, con temperaturas bajando hasta los -20ºC, en nieve virgen profunda, pillows y spines muy verticales con purgas de nieve cayendo por todos lados.

Desafío a la naturaleza

Realmente fue un desafío logístico, pero un compacto grupo de catorce personas ayudaron a producir lo que, personalmente, considero que ha sido muy especial. Desde Zac Ramras y Max Santeusanio, trabajando en los detalles de la producción, hasta el operador de la cámara en las tomas aéreas y todo el equipo de iluminación, el esfuerzo del equipo fue descomunal.

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Tan sólo la elección y preparación de las luces llevó meses de búsqueda, intercambiando mails y llamadas con especialistas en Los Ángeles que trabajan habitualmente en las grandes producciones de Hollywood; incluso conseguimos que se unieran al grupo en nuestra misión a British Columbia y Alaska.

Tras estudiar durante semanas diagramas de luces para los objetivos, leer cartas fotométricas y detalles eléctricos de todo tipo, quedó definido un instrumental con ocho focos principales de 4.000 vatios y sus correspondientes ocho generadores, además de otras 20 luces, kilómetros de cableado, filtros de color y una tonelada de equipo adicional. Todo ello rematado con un octocóptero capaz de cargar con el peso de una cámara Red Epic y un sofisticado sistema estabilizador.

Sí, todo esto suena muy hi-tech, pero es que realmente todo el proyecto lo era. En cuanto a los trajes con luz, por ejemplo, se confeccionaron a medida. Zac y Max, los dos responsables de producción, trabajaron estrechamente con un gurú en tecnología led, involucrando directamente a Patagonia y a Arc’Teryx y cosiendo miles de pequeños leds en esas sofisticadas prendas con Gore-Tex. Los trajes cobraban vida gracias a un par de baterías de tamaño considerable.

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Rock sinfónico en Canadá

No teníamos ni idea de si esos trajes funcionarían en nieve profunda y bajo temperaturas gélidas, de manera que cuando Pep Fujas se descolgó en su primera línea, surcando con sus esquís como una gigantesca bombilla azul explotando en la nieve, fue algo increíble.

Recuerdo cómo todo el equipo se puso a gritar de excitación a través de las radios. Después de esa ronda, Pep ya no se desprendió de su traje en el resto del viaje, que obviamente no siempre funcionó como debiera: a las cuatro de la mañana, en plena sesión, los técnicos se lo llevaban al refugio a soldar cables sueltos y arreglar piezas que se rompían, para regresar a toda prisa a la zona de filmación y así seguir con el trabajo.

Empezamos la realización de Afterglow en British Columbia (Canadá), cerca de Golden, en un refugio llamado Golden Alpine Holidays. Fue el lugar perfecto para arrancar esta aventura y pillar el ritmo, filmando y foteando a discreción durante la noche.

El refugio estaba ubicado justo donde acaba el bosque, de manera que teníamos terreno despejado por encima de nosotros y líneas de pillows entre árboles justo debajo, como quien dice a la vuelta de la esquina.

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Tan pronto como el helicóptero descargó todo el equipo empezó el trabajo de colocar los focos y los generadores, algo que resultó mucho más fácil de decir que de hacer. La simple tarea de subir el primero de esos pesados equipos a una pequeña loma, peleándonos con la nieve virgen que llegaba hasta la cintura, nos llevó cerca de dos horas a un grupo de cinco personas haciendo turnos.

Es fácil imaginar que iluminar adecuadamente cada línea con todos los focos era una tarea descomunal.

El día al revés

Durante aquellos días en BC, una jornada “normal” era, más o menos, de esta manera: nos levantábamos hacia las 17-18 h y desayunábamos (sí, desayunábamos) fuerte. Entonces teníamos un pequeño paréntesis que podía incluir una sauna, echarle un vistazo al trabajo de la noche anterior y organizar el equipo.

A las 21 h comíamos y nos hacíamos algunos bocatas para pasar la noche. Los técnicos de iluminación salían hacia las 22 h, para preparar las primeras líneas propuestas en el briefing de la tarde.

Las primeras bajadas las hacíamos normalmente entre las 23.30 h y medianoche. Si había suerte y la iluminación era correcta, Pep y Eric esquiaban la siguiente línea al cabo de una hora.

Si no había tanta suerte y teníamos que cambiar de spot, todo el team dejaba su tarea habitual y empezábamos a cargar con los generadores y los focos hacia otra localización. Semejante movida se alargaba toda la noche. El caso es que daba igual que estuviésemos disparando o moviendo trastos; siempre nos faltaba tiempo antes de que saliera el sol, hacia las seis y media de la mañana.

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Acabábamos cansados y hambrientos, de manera que tapar los generadores y los focos y caminar de regreso al refugio era lo más duro de la jornada. Afortunadamente, cuando llegábamos, AJ (nuestro cocinero) llevaba un buen rato trasteando con los fogones, cocinando diferentes manjares como albóndigas, hamburguesas de alce, lomos de cerdo, fajitas u otras delicadezas hipercalóricas.

Tras esta cena matutina –a las nueve de la mañana–, rematábamos con una cerveza y nos íbamos a dormir temprano, nunca mejor dicho. Éste fue nuestro horario durante dos semanas y la verdad es que, al cabo de pocos días de empezar, se convirtió en una rutina de lo más normal.

Rock duro en Alaska

Si la sesión en British Columbia fue logísticamente difícil, con el traslado a Alaska la cosa fue claramente a peor. Durante días hubo debate acerca de si, con la experiencia adquirida en Golden Alpine Holiday, sería posible tirar adelante en AK.

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Ahí arriba todo es más grande, más pendiente, más expuesto. Había que transportar las cosas mucho más lejos. Y para colmo, estaban teniendo las peores condiciones de nieve en muchos años.

A pesar de ello decidimos intentarlo, así que nos citamos con Chris Benchetler y Daron Rahlves en Alyeska Resort. Preparamos algunos vuelos de reconocimiento, para hacernos a la idea de las condiciones, y llegamos a la conclusión de que tendríamos que adentrarnos mucho en las montañas si queríamos algo de nieve de calidad. E incluso si encontrábamos powder decente, necesitábamos localizar alguna ladera con las características adecuadas.

No servía cualquier pala, debía tener suficiente espacio en la cima para alojar al personal técnico, generadores y focos, en diferentes emplazamientos. No podía ser demasiado expuesta, pero al mismo tiempo debía transmitir que estábamos en Alaska. Y tampoco podía ser demasiado larga, para que los equipos de iluminación la abarcasen por completo.

Finalmente la encontramos. La montaña elegida lo tenía todo, era una cara norte muy vertical, no muy grande y con los famosos spines característicos de Alaska.

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Bajo la cúpula del cielo

Esperamos al día en que las condiciones fueran idóneas e iniciamos la locura de trasladar todo el equipo a la zona. Utilizamos pequeñas avionetas, que pueden aterrizar en el plano del glaciar, y posteriormente un helicóptero para subir los focos y los generadores al lugar adecuado de la montaña.

El heli hizo el último viaje justo antes de la puesta del sol, así que nos quedamos ahí inmovilizados hasta la mañana siguiente. No teníamos un verdadero campo base, simplemente una tienda con algunos sacos de dormir y poco más. En todo caso, el plan no era dormir sino filmar y fotear toda la noche. Además, el riesgo de avalancha era alto, por lo que no queríamos entretenernos en la montaña más de lo necesario.

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Los técnicos de iluminación tuvieron que pasar toda la noche en la cresta, aguantando el frío a base de moverse y de guarecerse en un agujero que ellos mismos cavaron en la nieve. Afortunadamente no hacía viento, pues de lo contrario el frío habría sido mucho más intenso y habría dificultado todavía más el trabajo.

Cuando todo el mundo estuvo preparado, Chris y Daron se metieron en la cueva de los técnicos de luz y cambiaron su ropa normal por los trajes de luces. Y empezó el baile. Pasar la noche en esas montañas fue una de las experiencias más increíbles que he vivido nunca.

Al final fueron cuatro semanas en Alaska, para conseguir hacer sólo cuatro líneas en total. Pero valió la pena. Tuvimos noches claras, con impresionantes espectáculos de auroras boreales en el inigualable entorno de Alaska. Estar ahí fue un placer.

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Desde la perspectiva de los esquiadores, protagonizaron unas de las sesiones más duras que han hecho nunca. No fue nada fácil encontrar la manera de iluminar las bajadas para que los riders tuviesen las máximas referencias posibles, era imposible hacerlo perfecto.

Lo que funcionaba para los cámaras era impracticable para ellos… las radios echaron humo antes de cada ronda para tener la cosas claras.

Cada día fue Navidad

En Canadá tuvimos unas condiciones excepcionales de nieve, lo que supuso un reto para los esquiadores porque la nieve explotaba con la luz de los focos y de los trajes, cegándose con los cristales de nieve que encendían en cada viraje.

Entonces, cuando emergían de la nube de polvo iluminado, sus ojos apenas tenían tiempo de adaptarse de nuevo a la oscuridad… y todo ello esquiando deprisa, saltando y esquivando árboles con estilo para quedar bien ante la cámara.

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En Alaska, por su parte, Chris y Daron se pelearon con nieve cambiante y las purgas que se desprendían, que creaba mucho sluff y hacía peligrosa cada bajada. Además, la iluminación era más pobre y el terreno muy expuesto, por lo que tuvieron que esquiar en condiciones realmente duras. En todo caso, los cuatro lo dieron todo y acabó siendo una experiencia que nunca olvidarán.

Por lo que a mí respecta, mi mayor preocupación al involucrarme en este proyecto fue disponer de la suficiente luz para fotografiar sin la utilización de flashes. Explicado de forma sencilla, en principio los fotógrafos necesitamos bastante más potencia de luz que los cámaras.

Pero la primera noche, cuando llegué a la pala donde íbamos a trabajar y conectaron las luces, me quedé alucinado. Era como si se hiciera de día en medio de la oscuridad, y podías iluminar la nieve con el color que quisieras.

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Sin dudar ha sido el reto más importante que he hecho jamás como fotógrafo. Necesité afinar mucho con la cámara cada noche para inmortalizar tanta acción. Pero por la mañana, al descargar las fotos en el portátil para comprobar el resultado, sentía como si me llegase la Navidad un día tras otro.

Texto y Fotos: Oskar Enander

 

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