Había sido una esquiada épica. Estábamos los cuatro sentados ante una buena cena suiza y rememorábamos las bajadas de ese día.
Había sido tres, solo tres sí. Pero qué tres. Nuestro guía no solo era el tío más simpático de la tierra, sino que además nos tenía muy mal acostumbrados…. Nosotros le dejábamos hacer y ya no preguntábamos mucho.
Él nunca dejaba entrever sus planes, pero nos medía, nos mimaba a lo largo de todo el día y el resultado era espectacular. Sacaba lo mejor de nosotros y cada nueva bajada era mejor que la anterior.
Sin duda su forma de exprimir la estación, ese sitio necesario para acceder al siguiente fuera pista, era magistral. Sin repeticiones tontas, cada subida nos llevaba a una nueva aventura… Por eso llevábamos ya seis años juntos y cada año era mejor.
La fondue era pesada, pero la conversación fluida y la alegría se traducía en nuevos brindis y más botellas de blanco suizo, que luego nos pasaría factura, no en lo físico, sino en la cartera.
Pero… ¿qué más daba? Lo habíamos pasado genial y el día siguiente debería ser igual de bueno o mejor que hoy.
En un momento de la conversación Pepe lanzó un dardo…
-Va, cada uno que explique una historia que le haya ocurrido, que sea curiosa.
Jose, que no paraba nunca de hablar, se apuntó rápidamente al carro y explicó una curiosa anécdota de esquí, con final de risa, que no nos extrañaba que no hubiera salido hasta ese momento.
Unas risas después Pepe se animó con otra historia, también de esquí y también divertida, en la que al final tuvo que salir de una situación complicada con esquís por polvorosa.
Y le llegó el turno a Toni, quien nos contó lo siguiente:
– Había tenido una semana caótica. El viernes tenía pensado subir a esquiar, pero todo se complicó. Al final no pude más que salir el sábado muy pronto por la mañana. Batiendo récords de velocidad, tenía previsto llegar a las ocho y media, tomar un café con leche y croissant, y estar puntual a las nueve menos cinco para empezar a esquiar. Cuando ya llevaba medio camino sin ninguna incidencia, justo delante de mí, en el arcén, vi un coche parado y una chica que parecía que quería cambiar una rueda pinchada. Eran las siete y cuarto de la mañana, e iba bien de tiempo así que me paré a ayudarla. La verdad es que la chica estaba de muy buen ver, pero no tenía mucha idea de cómo proceder con el pinchazo y prácticamente la rueda la cambié yo.
Toni dejó de hablar y los tres nos quedamos mirándole fijamente, esperando algo más. Tres eternos segundos después, Pepe soltó…
– ¿¿¿Y después???
–El después no existe. A las nueve menos cinco estaba en el telesilla- contestó Toni.
«Esquía hoy lo que no tengas claro que puedas esquiar mañana.»
…»el después no existe»… Así de simple. Insuperable, magistral. Será mi lema a partir de hoy
Muchas gracias Philippe! Me alegro que te haya gustado! Yo solo he trasladado lo que pasó, pero el lema no es mio. Es de quien nos explicó la historia.
He cambiado el nombre de TONI por el mio y sigue encajandome la historia…..
Jajajajaja, gracias Fernando, no tengo el placer, pero la historia es real….
Enorme, como siempre. El después no existe. Relato corto, preciso, al pie, que engancha desde la primera línea.
Gracias Powder!!! espero que cuando lleguen textos más largo enganchen igual!!!
Tremendo … menos mal que estaba de buen ver 🙂
jajajaja, así pasan las cosas… ¡Gracias Israel!
Tendré q hablar con Toni… y las segundas ocasiones tampoco existen!!! 😉
Jajaja, gracias Carlos… las segundas se esperan, ¡¡¡pero no llegan!!!
Un placer leerte! Quiero más historias?
¡Muchas gracias Crismi! ¡Irán llegando y espero que sean igual de entretenidas!
Muy bueno.
Me has recordado una cosa…
En breve más. 😉
¡Olé! Gracias Álvaro! !A ver, a ver, espero leerlo pronto!
Muy bueno, y como te dicen, «el después no existe» es sublime!! 😉
¡Gracias Ferran!
Un poco de paciencia no está mal. En el 97 conocí una chica en los Alpes esquiando. 22 años después subimos todos los fines de semana a esquiar… con nuestros hijos.
jajajajajaja, ¡Que bueno Vicmoto! ¡Eso si es una buena historia! ¡Felicidades!