Entre camaradas

Descubre este viaje entre amigos, dos semanas en Rusia que dejaron a los protagonisas con un excelente sabor de boca y un recuerdo imborrable.

Entre camaradas

Ésta es la historia de un viaje de amigos durante dos semanas por Rusia en busca de la mejor nieve polvo de las montañas soviéticas, desde la orilla del Mar Negro hasta las pendientes del Elbrus, pasando por Sochi, futura sede de los Juegos Olímpicos. Powder, glaciares, seracs, carreteras bacheadas, infinitos controles policiales, grúas y construcción masiva, naturaleza salvaje, amenazas terroristas, lugareños amables, encantadores anfitriones, risas y más risas… una experiencia memorable.

Ya es tarde, casi de noche, nieva y el termómetro de la terminal indica varios grados bajo cero en el aeropuerto de Moscú.

Esperamos impacientes nuestro equipaje, ansiosos por comenzar la aventura que durante las próximas dos semanas tendrá como objetivo la búsqueda del frío polvo ruso.

Finalmente, tras una larga espera, las bolsas con nuestro material se deciden a salir y vamos al encuentro de nuestro amigo y guía, el fotógrafo ruso Andrey Britanishskiy, que nos espera fuera con su furgoneta.

El resto de la expedición la forman el también fotógrafo Sébastien Baritussio, el snowboarder suizo Raphaël Bullet y quien escribe, David Alzieu, esquiador de los Pirineos, freerider y apasionado de la aventura.

El plan original era esquiar las nieves de la zona de Sochi, anfitriona de los próximos Juegos Olímpicos en 2014 para posteriormente dirigirnos a la zona del Monte Elbrus.

Después de 24 horas conduciendo la furgoneta de Andrey sobre las bacheadas autopistas rusas y superar un sinfín de controles policiales, llegamos a nuestro primer campo base, Krasnaya Polyana, a orillas del Mar Negro.

Este pueblecito situado a 600 metros de altura sobre el nivel del mar está situado a pocos kilómetros de Sochi y será el encargado de albergar a los atletas de esquí alpino de los próximos Juegos Olímpicos de Invierno 2014.

Buena prueba de ello es el incesante trabajo de los operarios y la infinidad de grúas, camiones y todo tipo de maquinaría pesada arriba y abajo. Hay un sinfín de edificios en construcción.Todo lo que no sea la ruta principal, como las pequeñas carreteras del pueblo, es todavía de grava y tierra, lo que dificulta mucho la conducción. Es aconsejable no ir a más de 20 km/h si no te quieres cargar la suspensión del coche.

El ritmo allí es frenético, todo debe estar a punto en un período de dos años, para acoger unos juegos que agitarán la región. El valle de Krasnaya Poliana tiene cuatro estaciones de esquí, y nuestro plan fue esquiar en Rosa Khutor.

Este centro invernal abrió sus pistas en la temporada 2010/2011 y será la sede de las pruebas de esquí alpino en los Juegos. Dirigida por un francés que trabaja en colaboración con la compañía de los Alpes de Val d’Isère, Rosa Khutor dispone, de momento, de cinco remontes mecánicos, pero está planificada la instalación de ¡diecinueve más! para antes del evento.

A nosotros nos sobraba con esos cinco remontes. Con ellos conseguiríamos alcanzar la cumbre de la estación, lo que nos daría acceso a muchas opciones de descenso fuera-pista. Además, caminando solamente una media hora alcanzábamos zonas espectaculares para la práctica del freeride. Encima las montañas nos recibieron agradecidas, cargadas con 80 centímetros de nieve polvo.

Nuestro objetivo inmediato fue pintarlas de líneas y no dejar nada sin rayar: canales verticales, esquiar las cornisas y ventisqueros uno tras otro, y en las partes bajas volar entre pillows, ramas y árboles. Todo ello con el añadido de un paisaje incomparable, el Mar Negro.

El tiempo que destinábamos desde que iniciamos una bajada hasta que volvíamos a estar preparados para la siguiente era bastante escaso, de modo que podíamos realizar muchas rotaciones. El terreno allí es favorable y ofrece múltiples líneas, a cada cuál más empinada y exigente.

Con todos estos factores a nuestro favor no podíamos acabar el día de otra manera que con una sonrisa de oreja a oreja. Con tanta euforia, uno de los días incluso aprovechamos para esquiar la última bajada a fondo y de recto por la que será la pista de descenso de los próximos Juegos Olímpicos.

Pero no todos los días fueron igual de prolíficos, las altas temperaturas obligaron a los pisteros a cerrar la parte alta de la estación y con ello la genial zona fuera-pista. La razón, el alto riesgo de avalanchas.

Esta subida del mercurio nos obligó a dirigirnos hacia Elbrus y Cheget, dos estaciones de esquí situadas a los pies del Monte Elbrus, la montaña más alta de Europa, con 5.642 metros de altitud. En Centroeuropa, ir de una estación a otra habría costado un par de horas, pero aquí empleamos 15 horas antes de alcanzar el pie de esta enorme montaña.

Afortunadamente, un baño rápido en las aguas del Mar Negro amenizó un poco nuestro periplo. En la zona del Elbrus todo era completamente diferente al ambiente de Krasnaya Poliana. Esto era un pueblecito en mitad del bosque. Sin obras públicas e instalaciones bastante vetustas como mostraban los viejos tubos de gas que bordeaban las carreteras uno o dos metros por encima del suelo, y que todavía funcionan para alimentar las casas y algunos edificios. Tal como nos explicaba un lugareño riéndose: “Aquí es más común encontrar un tubo con escapes que sin ellos”.

El camino de acceso al pueblo desde la ruta fue bastante pesado, control policial tras control de policial. La razón es la amenaza terrorista que pesa en la región. Intenté que me explicaran más sobre esta amenaza, pero cada una de las personas a las que pregunté me contestaba algo diferente. El único punto en común, no sé si muy tranquilizador, es que nosotros no representábamos un objetivo, ya que los terroristas sólo atacan a la policía. Como nos dijo un agente durante un control para tranquilizarnos: “Aquí no hay ningún riesgo. Sólo hubo un asesinato de un policía hace un mes pero fue en el valle de al lado. Aquí todo está tranquilo”. (¡Ah, vale! ¡Todo bien, entonces!, pensamos. Como si el valle contiguo estuviese muy lejos).

Finalmente estuvimos casi una semana alrededor del Elbrus y no tuvimos problema ni percance alguno. Al contrario, la gente fue muy simpática con nosotros, y se les veía alegres por ver a extranjeros que se interesaban por su región.

Por lo que se refiere al esquí, nuestro amigo y ex-corredor en el Freeride World Tour, Gennady Khryachkov, local de la zona, nos enseñó varios descensos del Elbrus, desde los 4.200 metros de altitud hasta la cota 2.000 metros, donde ubicamos nuestro campo base.

El lugar es un auténtico edén para el freerider. Estábamos rodeados de inmensos glaciares y nos dedicamos a saltar todos los seracs y rocas posibles, y bajar full speed por enormes zonas con pendiente. Pudimos aprovecharnos de la nieve recién caída antes de que el calor de la primavera lo fundiese todo y nos obligase a iniciar el regreso.

La estación de Elbrus está constituida por dos remontes mecánicos paralelos que salen desde el mismo punto, cota 2.200 metros y ambos llegan a 3.500 metros. Aquí el forfait se paga por remonte. Tienes que elegir si quieres pagar el forfait para la cabina, más nueva, más moderna y más rápida, o para la más vieja, más barata pero mucho más lenta y precaria. Esto se traduce en 12 ó 20 euros el día, tú eliges...

A partir de 3.500 metros puedes subir todavía más arriba gracias al servicio de Catski, que te sube con una ratrac, o realizando una travesía con pieles de foca y desbloqueando las fijaciones hasta los 4.200 metros. Desde este punto iniciamos un descenso no muy inclinado pero muy bonito, se esquía cerca de los seracs y las vistas son maravillosas.

Globalmente, el Elbrus es una montaña menos empinada que el freeride en Rosa Khutor, sin embargo ofrece más posibilidades para saltos de piedras, lo que parece ser el deporte nacional de los riders locales. El apodo de Gennady es “The Russian drop machine”, así que imaginaos.

Y aunque nosotros seamos pirenaicos y en casa no tengamos montañas tan elevadas, no nos dejamos intimidar y nos lanzamos a volar las rocas más altas de la zona aprovechando las buenas condiciones de la nieve en las recepciones.

Una última precipitación en forma de nieve fresca dio paso a un último día de esquí épico. Nuestros trajes acabaron repletos de polvo y nosotros eufóricos.

Con ese buen sabor de boca, llegó la hora de regresar a Moscú en un rally de más de 24 h de carretera. Aún nos quedó tiempo para visitar la capital rusa a la espera del avión que nos traería de vuelta a casa.

La sonrisa en el rostro de todos nosotros nos acompañó durante muchos días y siempre aparecía al narrar todas las peripecias a nuestras familias y amigos.

Un viaje entre camaradas que quedará para siempre en nuestro recuerdo.

Gracias a Edu Carrera por su ayuda.

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