La estación sorprendente.

La estación sorprendente.

Queridos amigos, queda poquito ya, pero algo queda todavía abierto. Que yo sepa, en la Península, a día de hoy, solo Masella y Sierra Nevada permanecen abiertas (aquí podéis ver el artículo de It's a powder day invitándoos GRATIS a Masella).

El pasado fin de semana cerraba Ordino Arcalís, la estación que visitamos a principios de temporada (aquí el artículo) y también hace un poco menos, buscando ese freeride especial que nos ofrece Ordino que tanto nos gusta. (Aquí el artículo).

Pues, a pesar de ser 27 y 28 de abril, las condiciones fueron MUY buenas. Sé que habrá quien piense que la nieve dura de la mañana del sábado pasó demasiado pronto a transformarse y, de repente, hacerse "nieve velcro". Pero sucedió eso que sucede de vez en cuando y que después os cuento. Nos sorprendió mucho, pero ¿cuándo no te ha sorprendido Ordino?

De la misma manera que yo quería despedirme de Ordino Arcalís o Arcarlaska, como se está llamando mucho recientemente, había muchos amigos que también querían hacerlo. Principalmente llegados desde Grandvalira, la estación hermana que habíamos despedido el lunes anterior, pero también de Madrid, Valdezcaray, La Molina, Port del Conte,... Estaciones que llevan ya algún tiempo cerradas.

El sábado por la mañana mi intención era coger los esquís de pista y darles un poquito de caña, me apetecía mucho. Pero, viendo cómo estaba la nieve me calcé directamente los Atomic Bent Chetler de 100 de patín, y no me arrepiento. Es cierto que alguna pista dura te recuerda que llevas un buen patín debajo, pero es una delicia carvear este tipo de esquí. Me encanta. ¿Qué es mejor para esto el esquí de pista? Sin duda, pero que una cosa sea mejor no quiere decir que la otra sea mala.

En cuanto empezó a transformar la nieve me encontré con el grupo más "free" de los distintos grupos con los que esquié y cambié la pista por el fuera de pista... Con ciertas reticencias por mi parte que se me quitaron en segundos. Había bajadas geniales... hasta cierta cota, en la que, literalmente, te quedabas pegado a la nieve. Solo buscando pendiente conseguías librarte del velcro. Pero estuvo muy bien. Al final, aunque la nieve esté un poco más pesada y lenta también le encuentras la gracia.

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Como el que no quiere la cosa se hizo la hora de comer, y mucha gente dejó de esquiar. Es normal, porque no había buena luz, la nieve estaba pesada y pegajosa, la temporada ya lleva muchos días y la gente piensa en el final. Decidimos comer y echar el rato entre amigos. Dábamos el día por finalizado...

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Y tardamos un rato. Un buen rato. Al salir parecía otro día: sol, cielo azul, temperatura más alta... Última y nos vamos.

O no.

La nieve estaba buenísima. Deliciosa. Nieve cremita que se estaba fundiendo por el sol. Había tramos en las pistas que todavía tenían las marcas de las máquinas y ahora estaban espectaculares. Se fundían bajo tus esquís y las podías cortar como el cuchillo corta la mantequilla cuando está a temperatura ambiente. Una gozada. No pudimos irnos hasta que se cerró la estación. Con un sol espectacular y una nieve tan agradable fuera de la pista como dentro. La paciencia es muchas veces la virtud del esquiador. Esta vez nos llegó por sorpresa. Ordino, la estación sorprendente rezaba una frase publicitaria. Y la estación sorprendente nos volvió a sorprender.

Esquí gordo de nuevo. Nieve bien pisada y algo dura en determinadas zonas... Pero dura dura poco y, por más que me guste, la prefiero en ese punto en el que empieza a transformar y te hace un gran esquiador. ¿No tienes la sensación de que esquías genial cuando está en ese momento? Pues fuimos encontrando ese punto en las distintas pistas. El sol te marca el camino.

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Algo de pista, un poco de fuera pista y, sobre todo, muy buena compañía... Hubo una bajada especial, suave, tranquila, carveando por pista, cerrando los giros... De esas bajadas que no quieres que se termine nunca... Pero se acabó, y en ese momento me di cuenta de que la hacía Carlos a la vez. Creo que la disfrutó de manera parecida. Si fue así, y solo por eso, ya vale la pena el viaje desde Madrid.

En el ambiente se notaban varias cosas: la alegría por poder esquiar en un día así, la melancolía por ser el último día, las ganas de esquiar más y ese estado en el que te sume la borrachera de adrenalina y entusiasmo. No se puede definir, pero seguro que sabes a qué me refiero.

Y llegó la hora. Se pasó la hora. Y no me quería ir, pero tuve que hacerlo. Se me acabó la temporada andorrana... al menos de remontes. ;-)

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