La nieve de los Pirineos en peligro de extinción

La nieve de los Pirineos en peligro de extinción

Ya lo decimos todos los que pasamos de cierta edad: "En invierno ya no hace tanto frío como antes", "echo de menos una nevada como las de cuando era niña"...

Unas frases que podemos escuchar habitualmente, y que simplemente muestran lo que vemos y sentimos en nuestra propia piel. Un síntoma de que, evidentemente, el cambio climático es una realidad -aunque aún haya quien quiera negarlo- a la que no podemos cerrar los ojos.

Y los Pirineos, tal y como somos capaces de comprobar en nuestros propios cuerpos, no están ni mucho menos a salvo. De hecho, el informe "El Cambio Climático en los Pirineos" (promovido por la Comunidad de Trabajo de los Pirineos y Coordinado por el Observatorio Pirenaico de Cambio Climático) asegura más bien lo contrario, que el Pirineo es una región especialmente sensible y vulnerable a los efectos del calentamiento.

Esa sensibilidad se ha traducido en que, en los últimos 50 años, la temperatura media en los Pirineos ha subido 1,2ºC (un 30% más que la media mundial).

Y no parece que vaya a ir mejor en el futuro. Desde los años 80 la tendencia ascendente es constante y las previsiones para finales de siglo apuntan a que podrían subir entre 2 y 7,1ºC, según los diferentes escenarios barajados por el Panel Intergubernamental del cambio climático de la ONU.

Los efectos de este aumento de temperatura van mucho más allá de nuestros comentarios. La nieve en los Pirineos está en peligro de extinción (se espera que en los próximos 30 años se pierda el 50% del manto de nieve), la mitad de los glaciares registrados a principios de los 80 ya han desaparecido, las pistas cuentan con menos días esquiables y el riesgo de aludes y desprendimientos es mayor.

Efectos en las pistas de esquí Pirenaicas

Como decíamos, los Pirineos es una zona especialmente sensible al cambio climático, lo que tiene un efecto directo en las estaciones de esquí.

Según el informe, entre 1960 y 2010 los días en los que las pistas de esquí tienen una capa de nieve inferior a los 30 cm ha aumentado considerablemente, aunque afecta de manera diferente según la altura en la que esté cada estación.

Así, las pistas ubicadas en cotas bajas han visto como, en esos 50 años, los días con insuficiente nieve han pasado del 5% al 70%, una cifra espeluznante.

Aunque el cambio no ha sido tan exagerado, en las estaciones de cotas altas tampoco se libran de los efectos del calentamiento pues, en este caso, los días con insuficiente nieve han aumentado del 4% al 20%.

Ésto también ha provocado que las estaciones se hayan visto obligadas, progresivamente, a retrasar el inicio de la temporada de esquí. En las cotas bajas las aperturas se han retrasado entre 5 y 55 días, y en las cotas altas entre 5 y 30 días (salvando sucesos excepcionales como las nevadas que el año pasado permitieron abrir Masella el 1 de noviembre).

Además, la solución a la falta de nieve no es fácil, pues la producción de nieve artificial a gran escala para adaptarse a estos cambios, no es lo más recomendable para los expertos.

Según el informe, "además de poner en riesgo la rentabilidad económica de las estaciones de esquí, conlleva externalidades ambientales que también han de considerarse, especialmente bajo un escenario futuro de mayor escasez de recursos hídricos".

Grandes cambios en los Pirineos

Los problemas con la falta de nieve en las estaciones de esquí no son los únicos que afectan a la cordillera, sino que van mucho más allá y afectan tanto orográficamente, como a la fauna y flora de la región.

Otro de los graves problemas que afrontan los Pirineos es la desaparición de los glaciares. No solo han desaparecido la mitad de ellos en apenas 32 años, sino que el retroceso de los 19 glaciares que quedan no se detiene y se ha acelerado.

La falta de nieve también se notará mucho más allá de las pistas de esquí. El Pirineo central (a 1.800m) podría perder la mitad de la nieve de cara a 2050. En cotas inferiores a 1.500 se espera que se reduzca hasta un 78% en el último cuarto de siglo.

Un problema que no solo se debe a la subida de temperaturas, sino también a la reducción de precipitaciones, que están disminuyendo hasta un 2,5% por década.

Y como el pez que se muerde la cola, al haber menos nieve y menos precipitaciones, también hay menos agua en los ríos. En la cuenca del Ebro se han detectado descensos del caudal anual de más del 50% entre 1950 y 2010.

Con unos cambios tan continuos y rápidos, también se detecta un incremento de riesgos naturales como deslizamientos de terreno, desprendimientos, aludes e inundaciones.

Por ejemplo, en el Vignemale ya se ha detectado un aumento de desprendimientos, debido al deterioro del permafost (tierras permanentemente heladas)

Los bosques, además de ganar terreno montaña arriba, hacia tierras donde generalmente solo había nieve, cada vez están más expuestos a plagas como la procesionaria.

Eso es debido a que las temperaturas más elevadas incrementan el riesgo de invasiones y establecimiento de especies exóticas en los Pirineos, con la llegada de nuevas plagas.

Los animales también están cambiando ya sus costumbres. Las aves migratorias han adelantado su calendario, y algunas especies han visto reducida considerablemente su población.

Las especies que prefieren el frío cada vez se desplazan más al norte, y a zonas más altas, buscando las condiciones climáticas más adecuadas para ellos.

Es muy habitual lamentar los cambios que estamos viviendo, pero acabar con la frase "eso no lo veremos". Sin embargo, ya lo estamos viendo y lo tenemos aquí.

La nieve de los Pirineos está en peligro, las estaciones cada vez tienen menos nieve, y fauna y flora sufren especialmente por el cambio ¿Qué podemos hacer? Eso depende de la implicación de cada uno. Lo que no podemos hacer ninguno es cerrar los ojos.

Foto: Tavascan

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