Hans Kammerlander, nacido en Bolzano (Italia) en 1956, se crió en el seno de una humilde familia granjera del sur del Tirol, sin calefacción, agua corriente ni
electricidad. En su juventud se formó como profesor de esquí y guía de montaña y su currículum como alpinista y esquiador de lo extremo es absolutamente descomunal.
Se hizo un lugar entre los más grandes de la historia en 1996, cuando logró el ascenso más rápido al Everest (16 horas y 45 minutos) y el primer descenso en esquís. Un hito que ni el propio Kilian Jornet ha conseguido batir.
Ha coronado trece de las catorce cimas más altas del planeta y fue el primero en descender con esquís, además del Everest, el Nanga Parbat. Intentaba repetir la gesta en el K2, pero se retiró para tratar de socorrer a un alpinista coreano que se precipitaba al vacío. Nunca ha utilizado oxígeno en sus ascensiones, porque, según él, tras alcanzar el techo del mundo sin oxígeno, no se podía justificar el hacerlo de otro modo.
También fue el primero en encadenar la ascensión de dos montañas de ocho mil metros (Gasherbrum I y II) sin descender al campo base por el camino. Lo hizo en 1984, acompañado de otro monstruo del alpinismo como Reinhold Messner. En su extenso bagaje colecciona más de 2.000 rutas de los Alpes y ha llevado a cabo proyectos impresionantes, como escalar el Matterhorn cuatro veces en un día, por cada una de sus cuatro aristas (Hörnli, Furggen, Lion y Zmutt).
Durante mucho tiempo los récords, la velocidad y la rivalidad guiaron su vida. Es protagonista del film Manaslu–Berg der Seelen, la gran ganadora del 37º Festival BBVA de Cine de Montaña de Torelló. Un largometraje que no solo repasa la trayectoria de un alpinista legendario, sino que también explica cómo ha tenido que lidiar con la vida y la muerte. Su socio y amigo Reinhold Messner se iba a convertir en el primer ser humano en coronar los 14 ochomiles, Kammerlander se quedaba en 13.
En 2001, tras escalar el K2, se retiraba de las grandes cumbres. Para completar el célebre proyecto le restaba el Manaslu, donde en 1991 había perdido a dos amigos durante el ataque definitivo a la cima, Karl Grossrubatscher y Friedl Mutschlechne. Veintiséis años después, en 2017, intentó enfrentarse a sus recuerdos. Quiso coronar de nuevo la cima, aunque no lo consiguió.
Hans Kammerlander logró éxitos impresionantes en las montañas más altas del mundo, pero su camino también se ha visto salpicado de reveses amargos y momentos bajos. Una vida con luces y sombras, con puntos de inflexión como un accidente de tráfico en el que fallecía una persona mientras conducía ebrio. Una gran historia plagada de récords con terribles vacíos, que se recogen en el Manaslu–Berg der Seelen. Muy recomendable.