Nieve polvo
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Nieve polvo

Nieve polvo. Esencia del esquí para muchos. Principio de todo para unos, fin por el que esquían otros.

No sé en qué momento de tu relación con la nieve polvo estás ahora mismo, pero sin duda, si eres esquiador, la nieve polvo produce en ti un efecto distinto a la nieve normal que tenemos en nuestras latitudes habitualmente.

(Aquí puedes leer la primera parte de este texto)

Nieve polvo

Avanzado ya nuestro camino en la segunda silla, empezábamos a ser conscientes de la cantidad de nieve que había caído. A medida que subíamos, la cantidad era mucho mayor, pero, sobre todo, la calidad era mucho mejor. 

Los nervios se iban apoderando de nosotros. Yo no podía dejar de pensar en los esquís. A menudo he puesto demasiada atención en lo que llevo en los pies. Con el tiempo, la experiencia y la práctica he ido aprendiendo que el esquí no es tan importante como lo soy yo mismo cuando esquío. Pero todos sabemos que el esquí adecuado te ayuda a disfrutar más y, de tantas opciones como tengo a mi disposición, quería que los elegidos fueran los ideales para la ocasión.

Barajando las distintas posibilidades a lo largo de la mañana, los tres teníamos claro cuál tenía que ser la primera bajada del día. Íbamos los primeros, y, esta vez por fin, nadie nos iba a dejar sin firmar nuestra montaña. 

Después de muchos años en la misma estación, mirando con anhelo cada fin de semana hacia el mismo lugar y viendo pasar los días, las semanas, incluso temporadas enteras sin poder esquiar en nuestra zona preferida, ahora la veíamos tan llena, tan blanca y rebosante de nieve que parecía que estábamos en un lugar distinto a nuestra querida montaña. Todos sabíamos por dónde queríamos bajar la primera vez, nosotros y las decenas de esquiadores que venían detrás de nosotros. Con el paso de los minutos serían cientos y con el de las horas puede que miles. Nosotros íbamos los primeros… al menos por el momento.

Nos escamaba bastante la ausencia de huellas. Ni una sola. Ni siquiera los pisters o nuestros dos colegas “pros” habían estrenado esa aparentemente nieve polvo…

Nieve polvo

Seguridad

Al salir de la silla había un control de pisteros. Seis de ellos esperando en formación a la marabunta de esquiadores ansiosos por gozar de esa nieve que, justo en este momento instante, se alejaba de nosotros. Ese control no tenía otra razón de ser que cortarnos el paso.

Candy, el perro que les acompañaba también estaba nervioso, sus ladridos no nos dejaban escuchar con claridad a Andrés, que había tomado la voz cantante. Poco a poco Andrés se había hecho el pistero con más experiencia de la montaña y ya nos conocía de otras muchas veces, aunque no tanto como para saber nuestros nombres: -“les pedimos que no sigan subiendo la montaña, la silla y el remonte permanecen cerrados por seguridad. Hay mucha nieve y tenemos que asegurar la zona antes de darles permiso para pasar. Saben que lo hacemos por su seguridad.”-

-¿Cómo lo ves Andrés, hay mucho riesgo?- Mi diablillo siempre preguntaba de tú a tú, llevaba muchos años ya, muchos más que casi todo el personal de la estación. -“Parece que todo está muy estable, hay una base muy buena y esta nieve está muy fresca.”

-¿Cómo está la nieve ahí arriba?- Esta vez fue mi ángel el que preguntaba, le temblaba la voz, no pesaba que fuera a estar tan nervioso. Me dejó un poco preocupado.

-“Esta nieve no la tiene Aspen”, -dijo Andrés con su acento chileno muy marcado-. “Es un sueño”.

El día

Tras esa respuesta sí que me puse realmente nervioso. Junto al grupo de pisteros se iban acumulando ya los esquiadores que venían por detrás. Nosotros tres estábamos avanzando ya hacia la que iba a ser la primera bajada, una pista que conocíamos a la perfección pero que estaba en unas condiciones muy distintas a como la esquiábamos habitualmente. 

La cantidad de nieve y falta de pendiente en el principio de la pista te obligaba a deslizar recto pero ya se podía notar cómo flotaban los esquís y lo fácil que deslizaban sobre la nieve muy fría. Sin apenas humedad no había apenas ruido de los esquís, realmente estábamos esquiando sobre una nieve muy buena. Poco a poco la velocidad iba subiendo y con ella nuestra adrenalina. ¡Vamos! ¡Vamos hasta abajo! ¡Lo petamos! ¡Lo petamoooooossssss!!!!!

El diablo se estaba convirtiendo en el animal esquiador que era. De las colas de sus esquís llegaba nieve hasta mi cara y se sumaba a la que estaba cayendo todavía del cielo. Su primer giro apenas lo fue, el segundo empezó a parecerlo y con el tercero empezó el baile soñado con la nieve. Rápidos, precisos y solventes, sus movimientos tenían la belleza de un leopardo en carrera. No pesaba, no se resistía a la nieve, se movía entre ella como un felino en acción. A mi derecha mi ángel, suave, marcando cada movimiento con la fluidez que da la experiencia, los años de práctica y el aprendizaje concienzudo. Y a su lado yo, dejándome llevar por la emoción, sintiéndome fluir sin peso ni cargas, como si esquiar fuera andar, dejando atrás el nerviosismo con el que habíamos llegado hasta allí, el sonido de las sillas, el alboroto de las decenas de esquiadores que empezaban a gritar de satisfacción. Sintiendo solo la nieve en la cara, el deslizar perfecto sin apenas fricción, el subir y bajar con el ritmo de brazos.

Como nunca

Podría decir que nunca había esquiado así, con esa sensación de ser etéreo, de no pesar. La pista se iba inclinando y me dejaba abrazar por la pendiente sin perder el ritmo de mis compañeros. Por delante, comiéndose la montaña y sumido en un baile loco, mi diablo. A mi derecha, a escasos cuatro metros, mi ángel de la nieve, con su ritmo perfecto y postura ideal, un poco rígido para su fluir natural, quizás la emoción lo tenía algo tenso. Dentro de mí, yo, sintiéndome como nunca quizás por el hecho de no tener tiempo de pensar en nada. Solo sentía el ritmo y la sensación de no pensar ni pesar. Algo que no me había pasado nunca, al menos nunca así. Esa nieve polvo era mi sueño, el sueño de cualquier esquiador.

Continuará…

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