Se puede creer que el cambio climático es consecuencia directa de la acción del hombre, o no, en eso no podemos entrar pues el pensamiento es libre. Pero lo que no podemos negar son los cambios que estamos viviendo.
Unas imágenes recientemente publicadas del satélite Copernicus Sentinel-3 de la Unión Europea muestra la enorme diferencia de la capa de nieve que cubre los Andes entre el año pasado y este 2021.

La cordillera ha sufrido este año una de las nevadas más bajas de la historia, fruto de una sequía a largo plazo.
Según explicaba Ricardo Villalba, del Instituto Argentino de Estudios de Ciencias de la Nieve, Glaciares y Medio Ambiente, a la agencia Reuters, “estamos viendo un proceso de disminución a largo plazo de las precipitaciones, una mega sequía. Si miras los niveles de precipitación en este momento para toda la Cordillera, muestran que no ha nevado nada o ha nevado muy poco”.
Como si no hubiesen tenido suficiente con la pésima temporada de esquí sufrida el año pasado en plena pandemia, la falta de nevadas y altas temperaturas de este invierno en sudamérica ya han obligado a cerrar alguna estación o a recurrir a la creación de nieve para mantenerse abiertos.
Pero lo cierto es que las consecuencias de la reducción de los glaciares y de la capa de hielo van mucho más allá del simple hecho de poder esquiar.
Thorsten Seehaus, glaciólogo de la Universidad de Erlangen-Nürnberg, explicaba a DW que “la pérdida de masas de hielo es un problema es un problema grave para la población local en los Andes centrales de Chile y Argentina, y especialmente en Perú y Bolivia, pues el agua derretida de los glaciares contribuye a los suministros de agua y tiene un papel muy importante, en particular durante los períodos de sequía”.
Y no solo eso, paradójicamente también puede ser causa de graves inundaciones por el desborde violento de un lago glaciar, que se produce cuando sus elementos de contención fallan.
Imágenes del satélite Copernicus Sentinel-3 de la Unión Europea.