Pirineo de Lleida: Un destino para disfrutar con familia y amigos

Pirineo de Lleida: Un destino para disfrutar con familia y amigos

Nieve, montañas, naturaleza, gastronomía, pueblos con encanto… El Pirineo de Lleida ha desarrollado un modelo de vida y ocio, con una gran cantidad de servicios y actividades de invierno, que pueden disfrutar y practicar pequeños y mayores.

Su entorno, con cumbres que superan los 3.000 metros de altitud y alejados de grandes núcleos urbanos, tiene gran parte de su atractivo y valor en los paisajes y tradiciones pues bosques, ríos, caminos y sus gentes mantienen su carácter rural.

Allí, esquiadores debutantes y expertos encontrarán un lugar ideal para disfrutar de los deportes de invierno. Y quienes prefieran dejar los esquís de lado y disfrutar de la naturaleza en el Parque Nacional de Aigüestortes i Estany de Sant Maurici o el Parque Natural del Alt Pirineu, solo tendrán que alzar la vista para maravillarse disfrutando de su vegetación eurosiberiana, con robledales, hayedos y bosques de ribera, y una flora boreoalpina, con abetales y pinares.

Esquí y deportes de invierno para todos

Se dice rápido, pero no muchas regiones nos ofrecen 11 estaciones de esquí que juntas suman más de 500 kilómetros esquiables. Para la práctica de esquí alpino, el visitante podrá elegir entre 6 estaciones muy conocidas: Baqueira Beret en la Val d’Aran, Boí Taüll en la Alta Ribagorça, Port del Comte en el Solsonès y, Tavascan, Espot Esquí y Port Ainé en el Pallars Sobirà.

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Todas ellas suman más de 300 km de dominio esquiable repartido en 247 pistas de todos los niveles (28 verdes, 75 azules, 96 rojas y 48 negras). Los amantes del esquí nórdico también encontrarán allí un paraíso particular con los 150 km de circuitos de esquí de fondo que ofrecen los dominios de Sant Joan de l’Erm y Tuixent-La Vansa en el Alt Urgell, Virós-Vallferrera y Tavascan en el Pallars Sobirà y Aransa y Lles de Cerdanya en la Cerdanya.

Pero lo mejor es que la naturaleza salvaje del Pirineo de Lleida también es un marco perfecto para la práctica de otros deportes como hacer paseos con raquetas de nieve, hay más de 180 km marcados para esta modalidad.

Y, por supuesto, también ofrece un perfecto campo de disfrute para los practicantes de esquí de montaña. De hecho, es tal la implicación de la zona con esta disciplina que el año pasado la estación de Boí Taüll acogió los Campeonatos de Europa de Skimo y esta temporada lo hará con los Mundiales.

Historia, cultura y tradición

La vida en el Pirineo de Lleida se ha desarrollado para convivir con la montaña y destaca por su hambre insaciable de subir cumbres. Pero sus paredes y muros también destilan tradición, comenzando por los baños termales, que encuentran en el Pirineo uno de los mejores testigos de la época romana, famosos por saber apreciar y aprovechar las bondades de las aguas minerales procedentes de las profundidades de las placas tectónicas.

A día de hoy, los balnearios de Caldes de Boí, los Banhs de Tredòs, las aguas termales de Arties, las termas de Les o el balneario de Sant Vicenç, siguen proporcionándonos la posibilidad de disfrutar de las propiedades saludables y revitalizantes de las aguas, y un après-ski de lo más relajante.

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Tras esos merecidos momentos de relax, no se puede dejar de visitar el conjunto medieval de los siglos XI-XII formado por 8 iglesias y una ermita que se incluyeron en la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO hace 22 años. Las iglesias de Sant Climent de Taül, Santa Maria de Taüll, Sant Joan de Boí, Santa Eulàlia de Erill la Vall, Sant Feliu de Barruera, la Nativitat de Durro, Santa Maria de Cardet, la Assumpció de Cóll y la ermita de Sant Quirc de Durro conforman este tesoro pirenaico.

Placeres del paladar

Si las pistas de esquí, la arquitectura románica o sus montañas son dignas de admirar y disfrutar, la gastronomía no se queda atrás.

La cocina del Pirineo se elabora con paciencia, a fuego lento. Las recetas milenarias, que combinan gustos y aromas potentes, son la base de la gastronomía de montaña, marcada por la necesidad de sus gentes de realizar comidas que les aportasen la energía necesaria para su día a día.

Esa tradición se mantiene hoy en día, y por eso sigue muy presente, aunque también han sabido adaptarse a los nuevos tiempos, ritmos de vida y sabores.

La oferta de restauración es inmensa, pero toda ella refleja la vida rural en sus platos, ya sea con tapas realizadas con productos de la tierra (caza, setas, quesos y embutidos, por ejemplo) o con elaborados platos de ternera de los Pirineos Catalanes, pollo de campo o trucha, sin dejar de lado los patés, la escudella y carn d’olla, la olla aranesa o el famoso trinxat (un sabrosísimo picadillo de verduras).

Y por supuesto, tan exquisita comida también puede regarse con un aromático vino de la DO Costers del Segre, que puede encontrarse habitualmente en restaurantes y bares del Pirineo leridano.

De hecho, los amantes de la buena comida deberían acudir, al menos una vez, a alguna de las ferias y muestras gastronómicas que se hacen a lo largo de todo el año en diferentes municipios.

Pueblos de cuento

Si algo destaca de las encantadoras poblaciones del Pirineo es su carácter rural. A pesar de la despoblación que han sufrido en la zona, han sabido adaptarse a las circunstancias haciendo que ese sea su punto fuerte.

La mayoría de municipios no supera el millar de habitantes y es precisamente por eso que se puede respirar la tradición e historia en el ambiente.

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Taüll, en la Vall de Boí, en la Alta Ribagorça, fue el primer núcleo en ser catalogado como “Pueblo con Encanto” por la Agencia Catalana de Turismo, un honor que comparte con la pequeña población aranesa de Arties.

Y no son los únicos que tienen un encanto especial. Bagergue, también en el Val d’Aran, está considerado uno de los pueblos más bonitos del Pirineo catalán y de toda Cataluña, e incluso las nuevas construcciones conservan la esencia tradicional.

Pero la lista es larguísima, Canejan, Bausen, Llimiana, Salàs de Pallars, Os de Civís, Bellver de la Cerdanya o Prullans son otros de los pueblos que os dejarán maravillados por su belleza y sabor a antiguo.

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Además, si buscáis un destino con un toque especial, tenéis que visitar Riner, en el Solsonès, un pueblo que se extiende desde las laderas del río Negre hasta la meseta donde se alza el importante santuario del Miracle.

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