¡Por fin polvo!

¡Por fin polvo!

Tantas semanas escuchando que el sábado iba a ser el día que, al final, casi, por poquito, en esta ocasión ni me lo creo. Pero sí, por fin cayó el tan esperado polvo. O mejor dicho, por fin se quedó. Porque caer había caído ya, pero el viento se lo había llevado.

El viernes, llegando a El Tarter ya vi cómo estaba el asunto. Mucha nieve, mucho frío, y, maldición, mucho viento. Por instantes pensaba que se escapaba de nuevo el sueño de flotar. Flotar, no pesar, esa increíble sensación de no tocar el suelo. Ese sentimiento íntimo que tan pocas veces puedes tener contigo mismo y que tan dentro de ti se instala que no te lo puedes quitar de la cabeza. El polvo, nuestro querido polvo.

Con las mariposas revoloteando por el estómago no me ayudó mucho mirar, y remirar, tocar y retocar los nuevos Atomic Bent Chetler que no había podido estrenar la semana anterior. Preciosos, perfectos esperando con todo el material preparado. Botas, equipo de seguridad, toda la ropa preparada por capas, algo para picar, agua en la mochila, la Gopro, todo preparado. ¿Todo? El material es lo sencillo, falto yo y la nieve. ¿Cómo vamos a estar?

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La cama puede ser una trampa muy grande para un esquiador ávido de esquí. Nos pasa a muchos y muchas veces. Deseas tanto que llegue el momento que no encuentras el sueño. Pero esta vez me atrapó, y de qué manera. Me despertó el despertador. ¡Vamos!

La naturaleza estaba haciendo su trabajo y no íbamos a ser muchos los que estaríamos dispuestos a todo a las nueve de la mañana. Pero unos cuantos sí que había, y entre ellos mis dos compañeros y yo. Tres es un buen número. Cuatro también, más no lo sé. Depende. ¿Qué piensas tú? Hay debate sobre el tema en cada jornada de polvo.

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Con apenas 200 metros de pista para probar botas, esquís y nieve me encuentro en la primera pala virgen del día. Las piernas las había calentado en casa, la cabeza la llevaba calentando desde el 20 de mayo que hice el último giro sobre nieve polvo, faltaba por saber cómo estaría la nieve, cómo irían los esquís y cómo irían las botas. Y te dejas llevar en la primera diagonal hasta llegar al punto de salida. La pala para nosotros. En esa diagonal ya sabes que la nieve está perfecta, la adrenalina manda en ti, el corazón te manda para abajo, pero la cabeza te pide calma. Tú primero, tu segunda y yo después. ¡Vamos que está rico!¡Vaaaaaaaaamoooooooooooooosssssssssssss!

Y te dejas llevar. Nunca he sabido realmente qué es lo que pasa. ¿Qué pasa? ¿Qué tiene que nos gusta tanto? En el primer giro te das cuenta de que estás sobre blando, sobre mucho además. Hemos elegido bien, quizás la mejor pala para empezar la jornada, la temporada realmente. Blando y rico, no pesa nada, la nieve está fría. Está perfecta. Perfecta, no quiero otra. Te dejas llevar, siempre dura demasiado poco, aunque no sea corta, aunque el frío, la emoción, el esfuerzo y las ganas te hayan dejado sin aliento se te hace corta. Seguirías más, otra, otra y otra. Pero sabes dónde quieres ir.

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La segunda, la esperada, la buscada, la que no está casi nunca... Tampoco lo estaba esta vez. Pero nos sirvió para terminar de calentar, si es que no estábamos calientes ya. Muchas veces pones las expectativas en el lugar equivocado. Que no se cumplan una y otra vez no quiere decir que no se vayan a cumplir nunca, y llegará el día. Pero no fue el sábado.

A mi sitio, donde sabes que va a estar bien. Ahí hay que ir. Y allí fuimos, y allí estaba esperándonos. Todo para nosotros. Rico rico, como un gran merengue. El viento había hecho alguna herida, pero el grueso de la montaña estaba buena. Muy buena, y nos la comimos casi entera. Dejamos para otros, no hay que ser avaricioso.

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Sí. Vamos. Los tres estábamos de acuerdo. Casi nunca está disponible, nos ha dejado colgados otras veces, pero basta una buena para enamorarte. Una sola vez de esa bajada es para siempre. Y no estaba buena, estaba como en tus sueños crees que es tu bajada ideal. Miramos, observamos, hicimos un plan y lo llevamos a cabo. No contábamos con cómo iba a estar de rica. Todavía no lo habíamos soñado. Ahora sé cómo quiero que esté la nieve de mis sueños a partir de hoy.

Los esquís son increíbles. Sé que con cualquier buen esquí ancho esto estaría pasando igual o muy parecido, pero llevo estos, y, en este momento, no los cambio por ningunos. Tuyos desde la primera bajada, no son los más fáciles que he usado, pero son tus amigos desde el principio. Te dan confianza, son potentes pero no difíciles, anchos pero no gordos ni torpes, quizás hay que trabajar más el giro que en otros, sin embargo van para abajo como dos misiles. Creo que en el futuro me van a ayudar a esos enormes giros en palas abiertas y ricas que hasta ahora me resisto un poco a hacer.

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La parte media de nuestra bajada está como nunca la había hecho, y la baja como no me imaginaba que podía estar. Hemos triunfado al máximo.

Y seguimos haciéndolo durante toda la mañana. Porque todos los sitios a los que fuimos estaban sin tocar o apenas tocados. Por lo visto todo el mundo estaba en el mismo sitio.

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Queridos amigos, deseo de corazón que hayáis tenido un fin de semana similar al mío. Y, si no ha sido así, que pronto lo sea. Yo, como os podéis imaginar, estoy deseando volver a flotar de nuevo sobre la nieve polvo. ¿Qué tiene?¿Qué nos da? No lo sé, pero hasta que pueda volver a esquiarla la seguiré soñando.

La práctica del "freeride" requiere de un mínimo de conocimiento del entorno. Si no conoces la estación o la zona pide consejo a los "locales" y, sobre todo, a los pisters y personal de seguridad de la estación. Lleva siempre el equipo de seguridad en perfecto estado, aprende a usarlo, vístete adecuadamente, revisa tu material, ponte el casco, pero  SOBRE TODO, usa la cabeza (el sentido común). Sé responsable. El nivel de esquí es MUY IMPORTANTE, pero lo menos importante de todas estas cosas.

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