Aunque lo parezca, no siempre que cae nieve, nieva

Aunque lo parezca, no siempre que cae nieve, nieva

Tal y como os adelantamos en el artículo sobre 11 curiosidades sobre la nieve, lo cierto es que no, no siempre que cae “nieve” está nevando, ni todo lo que pueda parecerlo es nieve.

La meteorología es muy caprichosa, lo sabéis muy bien, por eso podemos encontrarnos con fenómenos naturales que, si bien se parecen mucho a una nevada y podría llegar a confundirnos, no lo son.

De la misma manera, no todo cuerpo blanco que vemos caer, o en una superficie, es nieve.

Con la ayuda de Meteored, vamos a conocer algunas precipitaciones y fenómenos meteorológicos habituales del invierno como la cinarra, la cellisca, la nieve granulada, el rocío blanco y más... Y ya os adelantamos que no todos son fáciles de diferenciar entre sí.

Precipitaciones y fenómenos meteorológicos que podemos ver en invierno

La cinarra es un tipo de precipitación sólida que suele darse en días de niebla y con temperaturas por debajo de los 0 ºC.

Está formada por gránulos de hielo blanco y opaco, generalmente con un diámetro inferior a 1 mm, y los veréis caer mucho más rápido que un copo de nieve y no rebotan cuando llegan a una superficie. Es una llovizna que se convierte en hielo por las bajas temperaturas.

En este caso hablamos de un precipitación en forma de partículas de hielo liso y traslúcido, bastante más grandes que en la Cinarra pues suelen tener un diámetro inferior a 5 mm.

Se encontraría en un punto intermedio entre el granizo y la nieve granulada.

Aunque muy parecida a la Cellisca, la nieve granulada no es traslúcida, es un poco rugosa y se aplasta con facilidad.

Precipitación en forma de “bolas” de hielo cuyo tamaño puede ir de unos pocos milímetros a varios centímetros.

Se forma dentro de nubes muy verticales (cumulonimbos) y su tamaño depende del tiempo que hayan permanecido en ella, lo que depende de la presencia de corrientes ascendentes.

Cuando el granizo ya pesa demasiado para que esas corrientes lo mantengan en el aire, o cuando la corriente se debilita, el granizo cae.

En este caso, a diferencia de los demás, hablamos de un fenómeno meteorológico que no es exclusivo del invierno y puede aparecer en cualquier época del año.

La escarcha, de forma muy resumida, es el vapor de agua que contiene el aire y que se convierte en cristales de hielo cuando las condiciones son propicias.

Suele darse en temporadas anticiclónicas y en días sin viento porque esas condiciones favorecen que el suelo irradie calor rápidamente. Además, la humedad relativa del aire tiene que ser superior al 60% y la temperatura de la superficie inferior o igual a 0 ºC.

Aunque es más habitual en invierno, como podéis ver abajo, también puede verse en verano.

Aunque en muchas ocasiones es fácil de confundir con la escarcha, no son exactamente lo mismo.

En este caso hablamos de pequeñas gotitas, fáciles de confundir con la nieve y que pueden llegar a crear formas realmente caprichosas.

Para que se formen, la temperatura tiene que estar por debajo del punto de rocío (que varía según las condiciones atmosféricas). Si el frío y las temperaturas mínimas de la noche está bajo 0 ºC, el rocío se congela creando lo que se conoce como rocío blanco.

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Es tremendamente parecida a la escarcha y suele requerir de las mismas condiciones pero en este caso, para que se forme, es necesario que haya niebla.

Las pequeñas “gotas” suspendidas en la niebla se mantienen líquidas a temperaturas por debajo de los 0 ºC y cuando entran en contacto con una superficie se quedan atrapadas formando pequeños cristales.

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