Hace pocos días publicábamos en este mismo blog un reportaje con Júlia Bargalló y en él, ella nos contaba cómo le habían contado su primer día de esquí. Como era tan pequeña ella no lo puede recordar. Y casualmente, hoy hablaba también brevemente con Carlos Guerrero Castillo, el autor de Esquiar con los pies de este mismo tema.
En mi caso, tuve la suerte de debutar con 13 años. En Cerler, en una de aquellas fantásticas semanas de esquí que organizaban algunos colegios. Una experiencia única e inolvidable.
Sinceramente, el día del debut fue horrible. ¡Qué sensación! ¡No sabía hacer nada! ¡La cuña! ¡La cuña! -me gritaban los compañeros que sí sabían esquiar- ¿La cuña? ¿Qué cuña? Menos mal que enseguida el monitor ya nos dio las instrucciones correctas. Parece mentira lo que se puede aprender con un buen profesor de esquí y en tan poco tiempo. Os digo que el tercer día ya hicimos una pequeña carrera entre los novatos. Claro, a los 13 años se asimila todo muy rápido.
Pero no era de mi primer día del que os quería hablar. Lo guardo en el recuerdo como algo bonito que me pasó una vez en la vida, porque primera vez solo hay una, pero luego he tenido experiencias mejores.
Os quería hablar de la primera vez de mis hijos. Todos aquellos que no recordáis vuestra primera vez podéis tener la suerte, muchos la habréis tenido ya, de vivir la primera vez de los niños. ¡Qué experiencia! Sin duda mucho más bonita, sin duda también inolvidable.


En el caso de mi hija mayor, debutó en la nieve (aunque todavía sin esquís) cuando tenía 26 meses. Los esquís se los puso enseguida, dos meses más tarde, pero sin esquís también disfruto muchísimo. Más.
Recuerdo que decidimos ir a esquiar a Pal, en Andorra, allí pasó un rato en la guardería de la estación y así nosotros, mi mujer y yo, pudimos esquiar un rato juntos, que hacía mucho que no lo hacíamos. Y después, y ese fue el momento clave del día cogí a mi hija en brazos y la llevé esquiando unos metros. Había que ver su cara y escuchar los ruiditos que hacía para saber lo bien que se lo estaba pasando. Hacía un ruido que simulaba al del viento, al de la velocidad que sentía. Y quería más, todo el rato quería más. Así que tuvimos excusa para ir el fin de semana siguiente a Puigmal, estación tan querida por nosotros y que, tristemente, cerró. Y luego a El Tarter, y luego a Grau Roig, y así seguimos esquiando hasta hoy. Ya nunca será con la misma sensación que aquel primer día de esquí, pero cada día de esquí es bonito, divertido, agradable. Y esquiar con mi hija sigue siendo uno de los grandes placeres de la vida.

Después nos tocó el debut del niño, también era muy pequeño y en aquella ocasión fuimos a esquiar a Grau Roig, el acceso para los niños era muy bueno, y allí podía esquiar sola, aunque lógicamente vigilada muy de cerca, nuestra esquiadora mayor. Mi hijo lo vivió casi de la misma manera que lo hizo su hermana, haciendo ruiditos de velocidad y poniendo una cara indescriptible de admiración, alegría e interés a la vez. Una sensación única y un recuerdo imborrable para nosotros.



Si alguno de vosotros tiene la suerte de no recordar su primer día de esquí por haber sido a muy temprana edad, le recomiendo que le pregunte a sus padres o a quien lo llevara a esquiar por primera vez. Seguro que les hará pasar un buen rato.
Si estáis en esa edad afortunada en la que tenéis niños pequeños, os recomiendo que los llevéis a esquiar, y que lo hagáis cuanto antes (siempre dentro de lo que dice el sentido común de unos buenos padres de familia, claro). Que hagáis miles de fotos y de videos, que lo disfrutéis y que lo recordéis para siempre, que primera vez solo hay una.

Eso sí, procurad siempre elegir un buen día de sol y calma, cuando el esquí sea un auténtico placer para los sentidos, de ese primer día de esquí de vuestros hijos dependerá, al menos en parte, su y vuestro futuro como esquiadores.
Luego tuve otras primeras veces, pero eso será otra u otras historias. La primera vez en nieve polvo, la primera vez en fuera de pista, la primera vez de un giro carveado,… tantas y tantas primeras veces que nos ofrece el esquí que es, al menos uno, de los motivos por el que amamos tanto este deporte.
Preciosos recuerdos. Muchas gracias por compartirlos.
Muchas gracias a ti, para mí ha sido un placer.
Son recuerdos mágicos Álvaro. Muy bien descritos!
Muchas gracias, seguro que tú lo has vivido también con intensidad. Aunque ya tienes la suerte de que te adelantan, y en breve te esperarán para coger la silla.
Bueno, no me jubiles tan pronto xD Todavía me queda dar un poco de guerra en casa!
Todavía queda muuuucho, y seguiremos dando guerra, pero a ti te van a quitar las pegatinas del casco enseguida… 😉
Ja,ja. Por si acaso no me pongo ninguna 🙂
Bonito artículo Alvaro!
Tuve la gran suerte de sentir esa indescriptible sensación de esquiar con un hijo el año pasado cuando él tenía 4 añitos. No se me olvidará nunca la inmensa alegría e ilusión que me hizo!! Cómo nos gusta a los papis compartirlo,eh?
Yo empecé también a los 4 años ( padres no esquiadores ) y sólo recuerdo que era tan peque que no podía ni coger un arrastre porque salía disparado. Fue en Grau-Roig .Mi madre siempre me ha recordado que durante una temporada el remonte fue ella XD
Muchas gracias. Así es, es un momento especial y gusta compartirlo, aunque haga tiempo ya. Lo de que el remonte fue ella es muy gráfico, jeje. Es dura la vida del padre o de la madre, pero maravillosa. 😉
Sin duda el primer día en la nieve es inolvidable!!!
Yo lo recuerdo con cariño en aquel invierno de 1970 en Valcotos donde nos subió mi padre a mi hermana y a mi y no podíamos tenernos en pie de la risa floja que nos entro a los dos. La monitora recuerdo que se desesperó y le dijo a mi padre que mejor nos apuntase a otro deporte porque en el esquí no íbamos a «tener futuro».
Jajaja menos mal que se equivocó de pleno!!!
Y los primeros días de mis hijos, sin duda, mucho mejores. A la mayor la enseñé en Valdesqui y al pequeño que tu conoces (bueno, ahora ya va por 15 años y 1,96cm) en Xanadú. Luego su bautismo de fuego fue en Cerler!!!
¡Madre mía! ¡1,96! ¡No sé qué esquís le puede ir! ¡Qué tío!
Pues sí, menos mal que se equivocó aquella monitora. Pero los primeros días son difíciles, cuando veo debutar gente con 35, 40 ó 45 años les animo todo lo que puedo, porque es duro el principio. Pero algo tiene es deporte que nos gusta tanto. Este año ha debutado un chico conocido mío, ya con una edad, y el tío ha hecho una progresión impresionante. Le dije que si superaba los primeros días se iba a enganchar a este deporte… Y no falla.
Un abrazo, me imagino cómo tiene que esquiar ya tu hijo…
Y eso que el «angelito» no ha dado aun el estirón a adolescente como nos dicen los médicos. Ahí esta también con el basket a ver si me retira jeje.
Pues ahora lleva los dynastar omeglas de 1,65, a ver lo que le aguantan!! y ya me da caña (solo le aguanto las primeras bajadas, luego ya le sigo como puedo).
Es cierto que empezar en esto es duro pero mas lo era antes. Creo que ahora con estos esquís es mucho mas fácil y agradecido que antes con las «lanzas» que llevábamos!!!. Un abrazo Álvaro!!
Tienes razón, antes era más duro, mucho más. Pero debutar a cierta edad también tiene su riesgo, o por lo menos su sacrificio.
Este año ha debutado un chico conocido mío, ya con una edad, y el tío ha hecho una progresión impresionante. Le dije que si superaba los primeros días se iba a enganchar a este deporte… Y no falla, se ha enganchado totalmente.
Que vaya muy bien JAO.
Bonito artículo, Álvaro. Muchos nos habremos visto reflejados en tu historia. Yo también recuerdo el día de mi debut, con ocho años. Mis hijos, en cambio, no saben cuándo empezaron… ¡y ya no los sigo!
Mientras quieran seguir esquiando contigo… El problema será cuando seas un lastre para ellos. Tenemos que intentar mantenernos en forma, te veo entrenando más que nunca…
Gracias por compartir esos recuerdos Álvaro.
Creo que hay muchas personas no abandonan el mundo de la nieve por el hecho de volver a vivir la progresión en el mundo del esquí a través de sus hijos.
La sensación de verlos aprender cosas es una sensación indescriptible de las que marcan a todo ser humano para siempre.
Y al igual que hablo del mundo de la nieve podría hablar de otras cosas de la vida en la que los padres ya han llegado a progresar hasta la meta que se marcaron y que no se abandonan por transmitir eso a la siguiente generación de la familia.
Buen post Álvaro. Has demostrado que para hacer un post interesante no es necesario tirar de conceptos teóricos avanzados ni de fotos de personas esquiando en furapistas canadienses.
Menos es más en muchas ocasiones.
Muchas gracias. Perdona que haya tardado en contestar, se me había pasado el comentario.
No sé cómo decirlo, ya sabes cómo nos gusta el esquí en casi todas las modalidades, pero el día que esquías con la familia es distinto, no será el día que más adrenalina fluye por tu cuerpo, ni el que des un salto en la mejora de tu técnica, pero sí es el mejor, el más satisfactorio, el más bonito.
Pues el día que empiezan es así pero mejor, único. Y eso que conlleva unos nervios previos, una preparación que intentas que sea ideal, en definitiva te genera un poco de estrés y tensión, pero de alguna manera la liberas al escuchar esos ruiditos, al saber que lo está disfrutando, que vive una experiencia nueva, que sigue dando pasos en la vida…
Un abrazo y muchas gracias.
Muy buen artículo y también el trabajo que habrás hecho con photoshop para borrar de la foto la baba que seguramente se te caía al hacer esquiar a tu niña.
Dos tengo en casa y ni a mi contraria ni a ninguna les motiva ir a la nieve ni mucho menos madrugar.
Lo tengo clarinete 🙁
A ver si con el pequeño, 13 mses hay más suerte.
Porque si no ya me puedo despedir definitivamente…
Muchas gracias.
Es complicado, en mi caso, mi mujer lleva bastante tiempo que esquía sin grandes madrugones y solo con sol… Los críos (que cada vez lo son menos) sí que me siguen con gusto… Tengo que decir que, de pequeños, nunca les «apreté» mucho, hacíamos un esquí a su gusto. Parando, jugando… lo que ellos quisieran. Este año lo están echando mucho de menos. A ver si puede ser algún día más, dos días sí que pudieron subir.
Ánimo con el peque, a lo mejor es el que te salva… Porque si no fuera por los hijos es posible que mi mujer ya no esquiara.