La nevada del año...

La nevada del año...

Tuve que parar, no había más remedio. El coche de la poli llevaba mas de quinientos metros persiguiéndome a toda sirena y con festival de luces… no podía ignorarlo más…

Me quedé en el arcén esperando a que asomara la cabeza de algún agente, o alguna pistola… Mientras, preparaba una retahíla de excusas como que no lo había visto o que estaba un poco sordo, y un pensamiento cruzó mi mente…

Era muy pronto por la mañana, no había un alma en aquella revirada carretera que subía a pistas, había cogido el camino difícil, no el otro lado donde todos hacen carreras para llegar… Podría pasar cualquier cosa sin testigos a la vista… Empecé a sudar…

El agente que salió del coche patrulla se dirigió hacia mi coche sin prisa alguna, cansinamente, con las manos en los bolsillos. Yo flipaba… Me esperaba algo más, no se, como en las películas…

Me quedé quieto, mirando fijamente adelante con las manos visiblemente al volante:

-Buenos días-

-Buenos días-contesté. Su voz sonaba cansada. 

- Llevo toda la noche de patrulla, estoy muy, pero que muy cansado. Me ha hecho usted correr riesgos innecesarios. Ha hecho caso omiso a una orden de stop. Todo esto es muy grave. Explíqueme algo que me convenza lo suficiente para no llevarlo arrestado ante el juez ahora mismo.

Me quedé helado, en blanco, cosas así no ocurren. El agente esperaba pacientemente… Unos segundos después, o dos eternidades, según se mire, mi mente empezó a funcionar. Le miré a la cara fijamente y al final pude hablar:

-Verá usted agente- empecé. -La pasada semana recibí mis nuevos esquís para esta temporada. Pensaba estrenarlos el fin de semana pero mi madre se puso enferma y no puede subir, ¿sabe? Me perdí la nevada del año. Las pistas estaban como hacía años que no se veían y yo en casa, sin poder desplazarme y con los esquís ahí a la vista en mi cuarto. Fue insoportable ver en el Instagram como todo el mundo se hundía en powder y yo no.

Sí que es verdad que tuve suerte. Para el miércoles anunciaron nuevas nevadas por lo que, con mi madre recuperada, decidí escaparme el jueves. El miércoles en el trabajo fue infernal. Tuvimos un problema serio con una entrega, el cliente estaba que echaba humo, y nos quedamos trabajando hasta pasadas las doce de la noche pues no quería renunciar a este jueves de nieve virgen y probablemente sin un alma en las pistas.

Dormí mal por culpa del pollo del trabajo, sintiéndome algo culpable y también por la excitación de lo que me esperaba al día siguiente. Muchas vueltas en la cama después concilié el sueño. El despertador me sobresaltó de mala manera pero, cuando recordé mi plan, me levanté rápidamente, tomé un café bien cargado y salí pitando al garaje con mis nuevos esquís.

Cuando llevaba ya dos kilómetros de camino me asaltó una duda. Paré en el arcén, miré en el maletero y me di cuenta que con la emoción me había olvidado las botas. Volví sobre mis pasos, recuperé las botas y de nuevo en marcha. Sólo eran las siete de la mañana, aún estaba a tiempo de llegar puntual, el primero a pistas aunque no hubiera gente. Seguí mi camino un poco ligero, eso sí, y una hora después me vi envuelto en un incidente originado por un tractor que volcó en una curva.

Evidentemente mi deber como ciudadano era ayudar, lo que hice sin demora, pensando más en que me quería ir de allí lo más pronto posible, que en cualquier otra cosa. El conductor del tractor estaba bien, pero hubo que esperar a que fuera llegando gente para poder darle la vuelta. Al final conseguimos, no sin esfuerzo, y pringando mi traje de mala manera, ¿ve? mire como me ha quedado el anorak.

Seguí adelante y, sin ir suicida, me puse en modo ligero. Hasta que me crucé con usted-.

Y me quedé callado mirando al infinito.

Transcurrió una eternidad, hasta que sonó su voz.

-¿Es todo esto verdad?

-Todo esto es verdad- contesté yo.

-Me ha convencido. Pase, pero deje de correr por favor, llega usted sobrado.

-Muchísimas gracias agente. Buenos días-.

Y es que la primera vez que le miré, vi claramente la marca de las gafas de esquí en su cara.

Dedicado a todos los que nos vigilan en las carreteras.

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