La gente nos venía a preguntar de dónde veníamos, dónde íbamos, si necesitábamos ayuda… Finalmente pudimos calzarnos los esquís. El sol apareció, aumentando la visibilidad, y el polvo iraní resultó ser increíblemente fresco. En nuestras caras ese día hubo grandes sonrisas. Y como esperábamos, pudimos contemplar fantásticos paisajes, con luces maravillosas que definitivamente no estamos acostumbrados a ver y a apreciar en Europa.
Buenos socios para la aventura
Después de pasar un par de días disfrutando del powder iraní que cubrió a nuestra llegada a los centros turísticos de Dizin y Shemshak, era hora de intentar uno de nuestros objetivos del viaje: ascender el monte Damavand, la montaña más alta de Irán, cuya cumbre alcanza los 5.610 metros de altura.
Durante los primeros días del viaje conocimos a dos alpinistas iraníes, Meysam y Kourosh, que rápidamente se convirtieron en nuestros amigos y se ofrecieron a llevarnos a la cumbre. Una gran ayuda teniendo en cuenta su experiencia y que ya habían ascendido el Damavand hasta en seis ocasiones.
Meysam, de 30 años de edad, trabaja con ordenadores, mientras que Kourosh era un curtido iraní de 50 años que, como Meysham, vivía en Teherán. Practicaban el alpinismo juntos desde hacía ya muchos años, habían subido todos los cuatromiles del país y, como hemos mencionado, el Damavand varias veces, tanto en invierno como en verano.
Nuestro plan el primer día era salir del valle temprano, a primera hora de la mañana, y con los esquís de travesía ascender desde 2.200 metros hasta 4.200 metros de altitud, para pasar la noche en uno de los refugios de la montaña. Al día siguiente ascenderíamos a la cumbre, con la intención de hacer una buena bajada hasta abajo de todo.
La particularidad es que el refugio no era como los que encontramos habitualmente en Europa. Solo unos camastros entre sus paredes, un edificio inhóspito y totalmente frío al que debes llevar todo el material y comida necesarios para sobrevivir, especialmente durante la noche.
El primer día fue bien, efectuamos una larga caminata de ocho horas y, a pesar de que la mañana estuvo nublada y ventosa, al llegar al refugio pudimos disfrutar de un sol frío y brillante desde ese privilegiado mirador. Como el Damavand no está rodeado de otras montañas, la vista es increíble y maravillosa, te da la sensación de estar en otra dimensión de la Tierra.
Frío y tragedia en el Damavand
En el refugio había unos quince alpinistas, todos iraníes. Además, éramos las únicas dos personas que habíamos subido con material de esquí. Fue muy interesante hablar con ellos y compartir unos momentos muy especiales en un lugar único.
Las últimas horas de nuestro ascenso han sido súper frías, de manera que vaticinamos una noche especialmente dura. El cielo, completamente despejado, estaba cubierto por millones de estrellas, que multiplicaban la sensación de frío.
A las cinco de la mañana, después de haber dormido con las botas de esquí dentro del saco para intentar que no se enfriaran tanto, comenzamos nuestra ascensión, junto con Meysam, Kourosh y otros diez alpinistas.
La jornada arrancaba muy bien excepto por el frío, tan intenso que penetraba con más y más profundidad en nuestros cuerpos a cada paso que dábamos en dirección hacia la cumbre.
El termómetro se acercaba a los cuarenta grados negativos. La situación se hacía cada vez más insufrible hasta que, a media ascensión, Meysam, Sebastien y yo decidimos rendirnos y bajar buscando un poco de calor.
Nos calzamos los esquís y comenzamos un descenso muy especial hasta abajo del todo, en la gélida nieve del Damavand.
Pudimos disfrutar de un amanecer indescriptiblemente bello, situados en algún lugar entre 4.000 y 5.000 metros, sobre las laderas del volcán iraní del que la mitología explica que retiene en su cumbre a un dragón con tres cabezas.
Mientras tanto, Kourosh y algunos de los otros alpinistas decidieron continuar juntos su camino a la cima. Grave error. Resultó que solo Kourosh y otros tres llegaron a la cumbre, el resto también acabó dando la vuelta por culpa del frío.
Por desgracia, en el descenso desde la cima, Kourosh fue víctima de una severa hipotermia, no pudo regresar al refugio a tiempo y falleció en las alturas. Una noticia terrible que recibimos con incredulidad y enorme tristeza.
No pudimos más que presentar nuestras más profundas condolencias a su familia y amigos. Guardaremos su memoria en nuestro corazón y mente, recordando siempre el respeto que debemos tener a la montaña y a la naturaleza, siempre más fuerte que nosotros.
Texto: David Alzieu
Fotos: Sébastien Baritussio