Zermatt es una de las mejores estaciones de esquí del mundo. Por su inmensa superficie, con pistas e itinerarios de todo tipo. Por su moderna red de remontes, con telesillas, telecabinas, teleféricos, funiculares e incluso tren. Por el encanto de su pueblo, sin tráfico. Y por encima de todo ello, por el magnetismo del Matterhorn, la montaña perfecta.

Zermatt, magnetismo blanco
Texto: Curro Bultó – Fotos: David Ledesma
No es necesario que seas esquiador, ni siquiera que te guste la mon taña. La imponente figura de la pirámide de 4.478 m que el inglés Edward Whimper coronó por primera vez en 1865 ejerce una atracción irresistible sobre todo aquel que visita Zermatt. El Matterhorn ocupa un lugar preeminente en el paisaje desde prácticamente cualquier lugar del vasto dominio esquiable, sobresaliendo del skyline alpino de esta espectacular zona del Valais suizo en el que hay hasta 38 cumbres de más de 4.000 metros. Pero no sólo el panorama es excepcional en Zermatt, una de esas estaciones que todo esquiador que se precie deberá tener en su currículum, como Whistler, St. Anton o Chamonix. La experiencia de esquiar a los pies del Cervino (su nombre italiano) puede ser única desde el mismo momento de iniciar el viaje, sobre todo si somos consecuentes y, teniendo en cuenta que es una localidad peatonal, prescindimos del coche. Recomendamos combinar el vuelo –a Ginebra o, mejor, a Zurich– con el tren, fácilmente enlazable en el mismo aeropuerto y que durante tres horas nos lleva cómodamente a través del corazón de Suiza hasta la localidad de Visp. Allí montaremos en el cremallera que, con una puntualidad realmente suiza –no más de dos minutos de intervalo entre ambos trenes–, saldrá hacia Zermatt, recorriendo durante casi una hora un impresionante valle rodeado de enormes paredes verticales.
A nuestra llegada está nevando y las calles del pueblo están blancas. La nieve se acumula en los tejados. Un taxi eléctrico lleva nuestro equipaje hasta el hotel, pero nosotros preferimos caminar un poco y disfrutar del encanto de una localidad sin coches. Parece que no nos faltará nieve.
De excursión
A primera hora del día nos encontramos con Mans Persson, un guía sueco que pasa la temporada austral en Portillo (Chile), donde ha aprendido a hablar un castellano fluido que le permite explicarnos detalles de la estación. Nos llaman la atención sus esquís, unos monstruosos Movement Super Turbo de ¡dos metros! y 120 mm de patín... está claro que su intención es hacer algo de fuera-pista. La previsión meteorológica no era buena, pero pronto se abren claros y la mañana acaba siendo despejada. Nos acercamos caminando al Matterhorn Express, la larga línea de telecabinas que sube en dirección al teleférico del Klein Matterhorn y el glaciar. Pero hoy iremos al otro extremo de la estación, así que desmontamos en Furi –la primera parada intermedia– y tomamos otro telecabina hasta Riffelberg; desde ahí, la silla séxtuple Gifthittli nos sube hasta Gornergrat, a 2.935 m. Mans tarda poco en meternos en terreno virgen, en una zona entre pistas con grandes rocas y fuerte pendiente. El Matterhorn pronto se instala en nuestras retinas, mientras el helicóptero no deja de dinamitar la nieve acumulada en una ladera al otro lado del valle, sobrevolando un majestuoso entorno de montaña. Tras un largo trayecto en el que esquiamos cerca de 700 metros de desnivel, el telecabina Gant nos lleva hasta el enorme teleférico de Rothhorn, con el que alcanzamos rápidamente los 3.103 m de altitud del extremo este del dominio. Mans nos aparta de la zona pisada, a través de una cresta desde la que iniciamos un largo descenso fuera-pista en dirección al pueblo. Estamos en los itinerarios Chamois y Marmotte, una bajada muy larga y variada en la que debemos tener precaución, porque el terreno es muy rocoso y el manto de nieve, aunque generoso, esconde algunas sorpresas que pueden provocar una avería seria a nuestros esquís. Es una zona muy alpina, con una espectacular vista a nuestro alrededor presidida –por supuesto– por el Matterhorn. En el tramo final, llegando a la silla cuatriplaza Patrullarve, nos adentramos en el bosque, una zona con muchas posibilidades. Mans nos explica que muchas de las masas boscosas del dominio son áreas protegidas y está prohibido esquiarlas; pero es difícil saber en cuáles se puede y en cuáles no… y además hay huellas por todas partes. El terreno obliga a practicar un esquí atlético y divertido, esquivando árboles y saltando las irregularidades del terreno.
Nos entretenemos haciendo fotos, así que tras una buena matinal de esquí paramos a comer en el Blue Lounge, en Blauherd, en la base del teleférico Rothorn. Una acogedora cafetería donde, según nos explica nuestro guía, es lugar de paso obligado –sobre todo a última hora de la tarde– para todos aquellos que quieren dejarse ver. Tras la comida esquiamos por las zonas de Sunegga, Riffelalp y Riffelberg. Son las áreas más próximas al pueblo. La primera da nombre al funicular subterráneo, que se ha renovado por completo de cara a esta temporada. En Riffelberg está el lujoso –muy lujoso– Hotel Riffelalp Resort, al que sus adinerados clientes acceden con el idílico tren de cremallera (el más alto al aire libre de Europa) que sube de Zermatt hasta Gornergrat. Poco a poco, mientras enlazamos pistas muy variadas, vamos tomando conciencia de la grandiosidad del dominio.
El final del día es en la zona de Schwarzsee, al otro lado de la esta ción, donde apuramos hasta última hora, y Mans nos lleva a un bosque apartado en el que, a pesar de que nos envuelve la niebla y no se ve el relieve, efectuamos la mejor bajada del día por los itinerarios de Tiefbach y Momatt, en un terreno virgen muy pendiente entre árboles, hundiendo los esquís en una nieve profunda y fácil de esquiar. La bajada se acaba en el camino de regreso a Zermatt, por el fondo del valle, que atraviesa el anciano poblado de Zum am See, cuyas casas de madera del siglo XVI bien merecen una parada. Antes de llegar a Zermatt, el camino pasa por el Hennu Stall (el Gallinero), un bar con mucha, mucha fiesta, donde los turistas beben hasta rozar el coma etílico y, ya de noche, descienden esquiando (es un decir) hasta sus respectivos hoteles.
La unión
Cabe comentar que, hasta hace once años, el área esquiable de Zermatt la explotaban tres empresas diferentes, que gestionaban de forma independiente cada zona, lo que dificultaba mucho la coordinación entre ellas. Pero hubo una oferta de compra por parte de un holding extranjero que estimuló la alianza de las tres compañías; se fusionaron, se unificó el dominio y se invirtieron 300 millones de euros en infraestructura y remontes. El resultado es que hoy es posible recorrer toda el área esquiable de punta a punta sin tener que bajar hasta el pueblo para pasar de una zona a otra.
Tras el intensivo del día anterior, hoy nuestro primer objetivo será el Theodulgletscher, el glaciar donde se puede esquiar 365 días al año y que nos permite enlazar con la estación italiana de Cervinia. Ambos dominios, Zermatt y Breuil-Cervinia, configuran el Matterhorn Ski Paradise, un total de 350 km de pistas y 54 remontes bajo un único forfait. Una extensión de nieve que necesita varios días para recorrerla en su totalidad.
Hace un día radiante y nos disponemos a subir hasta el Klein Matterhorn, al glaciar. El trayecto es largo y enlaza los diversos tramos del telecabina Matterhorn Express hasta Trockener Steg (unos 30 min sin bajar de la cabina) con el vertiginoso teleférico del Klein Matterhorn, que, previo a hacer una considerable cola, nos subirá hasta 3.800 m. En total son 2.200 metros de desnivel desde el pueblo que, en temporada alta, ocupan más de una hora. En la cota superior, el teleférico se empotra –literalmente– en la pared del Pequeño Matterhorn. El viaje no es apto para los que sufren vértigo, dura bastante y, para hacerlo más llevadero, la cabina tiene música. Un túnel excavado en la roca nos llevará al otro lado de la montaña, donde empieza el glaciar, pero antes no podemos dejar de subir, con el ascensor, al mirador que hay en la cumbre. La vista es sencillamente indescriptible. Situado a 3.883 m, es el mirador más alto de los Alpes, y sus 360 grados de panorámica nos permiten admirar 38 picos de más de 4.000 m, con el Matterhorn como principal protagonista.
Estamos a unos gélidos -23ºC, la calidad de la nieve es excepcional y, mientras nos calzamos los esquís, el aire nos congela lo poco de la cara que dejamos al descubierto. El glaciar de Theodul está enclavado en un entorno espectacular, aunque las pistas son suaves. Es un lugar para disfrutar más allá del esquí… siempre que vayamos convenientemente abrigados. Desde aquí podemos pasar a la vecina estación de Cervinia, en territorio italiano. Pero Mans nos tiene preparado algo más interesante: remontamos con la silla séxtuple Furggsattel (con calota protectora, se agradece) y nos desviamos por la pista Matterhorn, un largo itinerario de amplias y suaves palas de nieve virgen que pasa por la base de la montaña, cuya enorme mole parece que crece a medida que descendemos. El descenso llega al pequeño núcleo de Schwarzsee, en la cota 2.583, y continuamos bajando hasta el pueblo por la pista Stafelalp, un revirado camino que en algunos puntos tiene una pendiente considerable –de hecho está marcado en el mapa como pista negra.
Idílico Gornergrat
No podemos esquiar en Zermatt sin dejar de hacerlo en la zona de Gornergrat y subir al observatorio, a 3.089 m, en el tren de cremallera. El paisaje es de postal, con el tren ascendiendo lentamente en un entorno completamente nevado y con el Matterhorn de fondo, porsupuesto. El convoy sube desde el mismo pueblo a lo largo de un bucólico recorrido que dura media hora, mucho tiempo para un esquiador… así que podemos montar en el apeadero de Riffelberg, a mitad de trayecto, y hacer sólo el tramo superior. Las vistas desde el observatorio son igualmente espectaculares, tanto hacia Zermatt y la ‘montaña perfecta’ como hacia el lado del glaciar Gorner y el Monte Rosa (donde opera el heli-esquí de la zona, por cierto). En Gornergrat, el terreno es más abierto y tiene muy buenas pistas, con cambios de pendiente y curvas que se adaptan a la orografía.
Tras comer un apetitoso Rösti en la cafetería de Riffelberg, descendemos hasta el teleférico de Gant (muy grande y equipado también con música), que nos da acceso a una zona que todavía no hemos explorado, entre los picos Hohtälli (3.286 m) y Stockhorn (3.532 m), con muy buen fuera-pista. Vigilando no enganchar ninguna roca (el terreno es rocoso como en Rothorn), hacemos un par de excelentes descensos repitiendo el teleférico de Gant. Ya es tarde, así que emprendemos el regreso por uno de los caminos de enlace que abundan en todo el dominio, yendo a buscar el tren de Gornergrat a la estación intermedia de Riffelalp. Son las 16.45 h. Sentados en el vagón disfrutamos del plácido recorrido entre el bosque que nos llevará hasta Zermatt.
El análisis de SOLONIEVE
Pistas
Muy buenas posibilidades en todas las zonas. El glaciar es la parte más suave, pero bajando hacia Schwarzsee hay algunas pistas de anchura considerable y pendiente sostenida. En Gornergrat el terreno es abierto y las pistas se adaptan al relieve. También hay pistas muy interesan tes en Rothorn (impresionante la que baja desde la cota máxima) y en Sunnega. Abundancia de caminos de enlace.
Remontes
De todo, desde un tren hasta telesquís. Los teleféricos de Klein Matterhorn, Gant y Rothorn son enormes y tienen música. El Matterhorn Express es la principal vía de acceso al dominio. En temporada alta, algunos remontes, como el Klein Matterhorn, están bastante concurridos, pero no se llegan a hacer colas molestas. Forfait Ski Data y acceso mediante tornos, en algunos casos también para salir del remonte.
Cafeterías
Las típicas construcciones alpinas, donde se come muy bien. El Blue Lounge, junto a la base del teleférico Rothorn, tiene una terraza estupenda y unas vistas espectaculares. Es el lugar de moda para que la gente guapa se deje ver. El Restaurante Rothorn, en lo alto del teleférico, también tiene unas vistas fantásticas.
Acceso a pistas
La circulación está prohibida a los coches. Sólo hay vehículos eléctricos, taxis o autobús (gratuito). El Matterhorn Express está en el extremo superior del pueblo. Cerca de la estación de tren están el cremallera y el funicular Sunegga, que sube hacia Rothorn. Lo habitual es a pie, a no ser que estés alojado muy lejos de algún remonte.
Para aprender
Once escuelas operan en Zermatt, con los servicios habituales. Nuestro anfitrión, Mans Persson, está en la Skischule European Snowsport, www.europeansnowsport.com, muy recomendable por su excelente trato.
Precios
En Zermatt prima la calidad, y la calidad no es barata. El forfait de día cuesta cerca de 60 € , aunque los de varias jornadas tienen una reducción significativa. Un buen plato de Rösti en pistas cuesta unos 25 CHF (20 € ) y una Coca-Cola, 4,70 CHF (3,80 € ).
[gallery type="rectangular" ids="4900,4901"]